Las excavaciones arqueológicas de Pompeya han devuelto los restos de la ciudad de la antigua Pompeya, cerca de la colina de Civita, a las puertas de la Pompeya moderna, sepultados bajo un manto de cenizas y lapilli durante la erupción del Vesubio en el año 79, junto con Herculano, Estabia y Oplontis. Los hallazgos tras las excavaciones, iniciadas a instancias de Carlos III de Borbón, constituyen uno de los mejores testimonios de la vida romana, además de la ciudad mejor conservada de aquella época; la mayoría de los hallazgos recuperados (además de simples muebles de uso cotidiano, también frescos, mosaicos y estatuas), se conservan en el museo arqueológico nacional de Nápoles y en pequeñas cantidades en el Antiquarium de Pompeya, actualmente cerrado: precisamente la considerable cantidad de hallazgos sirvió para comprender los usos, las costumbres, los hábitos alimentarios y el modo de vida de hace más de dos milenios.